<
NOTICIA
FRANCISCO & LA SOLEDAD DEL PODER

Hace 16 años, cuando nadie se imaginaba que el sacerdote argentino Jorge Mario Bergoglio encabezaría la Iglesia Católica en el mundo, la periodista y escritora trasandina Olga Wornat lo entrevistó muchas veces para escribir su libro Nuestra Santa Madre, historia pública y privada de la Iglesia Católica en Argentina. Por ello, es una de las pocas personas, fuera de la Iglesia, que lo conoce muy cerca.

En esta crónica exclusiva para CARAS, Wornat revela a un Papa con muchas contradicciones que, por un lado lucha por una Iglesia más abierta a sus eles, pero que ha aceptado, sin mucha oposición decisiones provenientes del ala más conservadora.
Que recorre Latinoamérica, pero no visita su país. 


Por Olga Wornat 

Foto: Getty Images


¿Qué pasará por la mente de Jorge Bergoglio a dos meses de cumplir cinco años como jefe espiritual de mil doscientos millones de católicos? ¿Qué temas quedaron en el debe y en el haber? ¿Qué avances realizó y qué urgencias se perdieron en los caminos negros, qué resistencias internas no logró vencer, qué alegrías, decepciones o tristezas dejaron huellas en su alma? 

Dicen que está solo, pero que se siente en paz. Que muchas veces se frustra cuando la barca de Pedro que conduce no avanza por las oscuras maniobras de sus enemigos de a bordo. Que a sus 82 años sabe que no le queda mucho tiempo y que no podrá concretar lo que imaginó para transformar una estructura oxidada y ultraconservadora, pero a sus más cercanos les confiesa que al final del día, siente tranquilidad porque “abrió puertas, sacudió mentes y rompió convenciones”. 

Denunció en público a los “mafiosos vestidos de sotana”, a los miembros de la curia más apegados a las intrigas y a la dolce vita, que al Evangelio. 

Que en la Iglesia hay una obra en marcha y que los dogmas son discutibles. Que no se podía realizar todo en un pontificado, pero que deja el camino despejado para que “otros cosechen su siembra". A sus amigos argentinos que lo visitan en Santa Marta, les recalca que seguirá bregando hasta que “el cuerpo y la mente aguanten”. Que no va a renunciar, como sugirió al prin- cipio. Es más, dicen que hasta eligió su tumba, la que ocupaba Juan Pablo II, hasta que lo hicieron santo. 

Aunque cinco años es poco tiempo para dar cuenta del alcance de la revolución en la que se embarcó apenas asumió, entre la soledad de los intramuros del reino y el amor que le expresan las multitudes en cada visita, conoce su finitud y trabaja sin descanso para que quien lo suceda, continúe por el mismo camino. 

En la Argentina, las cosas son distintas. No pocos se preguntan si estamos frente al mismo Jorge Bergoglio, aquel cardenal al borde de la jubilación que llegó al sillón de Pedro, desde el n del continente, una tierra a la que no regresó porque “no se siente valorado”. 

Después de un lustro en el Vaticano, queda el recuerdo de aquel austero arzobispo de Buenos Aires de reticente sonrisa, el de las homilías que irritaban al poder político, el que viajaba a las villas en colectivo y tomaba mate con los vecinos, el que batallaba con fiereza contra el aborto, los gays y el matrimonio igualitario, el que en su juventud militó en Guardia de Hierro, la agrupación de la ultraderecha peronista, el prelado que conspiraba puertas adentro del Arzobispado, con legisladores, sindicalistas y empresarios, con los que negociaba leyes o el que transformó el púlpito de la Catedral de Buenos Aires en una literal tribuna opositora. 

¿El cargo influyó en su personalidad? ¿Es la Argentina una piedra en sus zapatos? Sin dudas, es el único lugar donde su figura aparece quebrada por una sura de amores y odios encarnizados e irreconciliables. El país donde continúa siendo Bergoglio a secas y donde en la balanza, pesan más sus acciones políticas y las sombras de su pasado, que sus logros como líder mundial. 

Después de desembarcar en casi todos los países de Latinoamérica, su visita a Chile se define en la intimidad del poder político macrista, como un acto de desprecio, mientras en la vereda opuesta, celebran. 

Un obispo emérito que lo conoce, comenta en off de record que Francisco no viene por una “cuestión de ego, quiere ver a miles de personas en las calles vitoreándolo y eso no va a suceder nunca. Sigue siendo el mismo, pero ser Papa y codearse con los líderes del mundo, levanta la autoestima y él es un ser humano. Dice que se siente incomprendido, no tiene empatía con el presidente Macri y está en desacuerdo con las políticas de su gobierno”. 

Fortunato Mallimaci, reconocido sociólogo y especialista en Sociedad y Religión, dice: “Por un lado esta Francisco y por otro, Bergoglio. La postura de Francisco a nivel internacional y sus implicancias locales son contradictorias. En el mundo lo aman y en- tendió que en un mundo mediático él debía ser mediático. Ahora, cuando quiere actuar en la política argentina, es Bergoglio y deja de ser Francisco. Afecta su amor propio cuando lo insultan y es lógico. Juan Pablo II y Benedicto XVI viajaron primero a sus países de origen y él sabe que venir a la Argentina significará encontrarse que los medios, parte del gobierno y la sociedad, van a decir: ‘a este señor lo queremos, pero no tanto’”. 


Reportaje publicado en Revista Caras - especial Papa Francisco - Enero 2018.

CONOCE NUESTRAS REVISTAS VER TODAS
Logo

Rosario Norte #555 piso 18, Las Condes
Santiago, Chile
Suscripciones: 600 595 5000
Teléfono : (56-2) 2595 5000
Desarrollado por Bhstudios

SUSCRÍBETE A NUESTRO NEWSLETTER
Webpay
ACCESO PROVEEDORES
desarrollado por biohazard interactive