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DIANA BOLOCCO MÁS LIBRE QUE NUNCA

Si bien se declara feminista, reivindica los piropos y el derecho de las mujeres a hacer con su vida y cuerpo lo que quieran. De regreso con una nueva temporada de Vértigo, la animadora confiesa los costos personales que le ha traído el humor de Yerko Puchento.


Por: Paula Palacios

Fotos: Javiera Eyzaguirre

Producción: Matías Nuñez

Maquillaje y pelo: Ale del Sante

Asistente de producción: Matías Amengual

Agradecimientos: Condominio Santa Augusta Quintay


Hace unos días reventó las redes sociales con una audaz fotografía en la que aparecía con un vestido rojo desabrochado hasta las caderas, posando en topless junto a su marido Cristián Sánchez en la habitación de un hotel. Una imagen que Diana Bolocco (40) subió a Instagram una vez terminada la gala del Festival de Viña y que la mayoría del público celebró, acostumbrado a la audacia de la conductora de Canal 13, quien en sus once años de carrera televisiva no se ha hecho problemas en jugar con su sensualidad, posando incluso en varias ocasiones desnuda. Sin embargo, esta vez su destape despertó algunas críticas en momentos en que sectores feministas —incluidas blogueras, cantantes y actrices internacionales— y movimientos chilenos como La rebelión del cuerpo han sacado la voz intentando terminar con la cosificación de la mujer. 

La animadora que regresó con la decimotercera temporada de Vértigo y que también se declara feminista, dice que mostrarse sugerente no la hace ir en contra de la corriente ni es contradictorio con su discurso en defensa de los derechos femeninos, sino todo lo contrario. “El feminismo es darle a la mujer el lugar que le corresponde y dejar de ser tratadas como personas de segunda categoría. Para mí eso implica dejarnos hacer lo que queramos, tratarnos como iguales a los hombres y respetar nuestra libertad. Por tanto, es mi decisión y la de cualquier mujer lo que haga con su vida, con su cuerpo. Que tus pares critiquen lo que decides ser es poco solidario con el género”. 

—¿Se ha sentido muy juzgada por las mujeres? 

—Entiendo el tema de cosificar a la mujer, pero eso ocurre cuando esta hace algo en contra de sus deseos o que está reñido con lo que quiere proyectar en su carrera, vida o como género. Pero si a mis 40 años elijo libremente tomarme una foto más subida de tono, ¿cuál es el problema? Eso no me convierte en mejor o peor mujer; menos en una mejor o peor o profesional. 

—Hay quienes dan la batalla para que se les deje de ver como objeto sexual. 

—Para mí es un juego, nunca he basado mi carrera en el aspecto físico ni en la sensualidad. Y que lo haga no le da derecho a nadie a pedirme hacer algo que no quiera ni a otras mujeres a imponer lo que quieren que hagas como género. 

—¿Ha enfrentado el acoso de algún productor que haya malinterpretado su postura? 

—No sé si he estado paveando o tuve suerte, pero jamás un director o productor me ha exigido algo que no quiera para ‘avanzar’ en mi carrera o algún ejecutivo me ha invitado a salir. Quizá porque tampoco hice carrera de modelo, sino de periodista y animadora; eso me resguarda un poco. Aun así, el ambiente artístico se presta para eso; me imagino que ha habido miles de abusos y a raíz de lo sucedido en Hollywood, estos casos debieran comenzar a salir a la luz. Sí he sido acosada en la calle con toqueteos incluidos y también he conocido varios hombres pasados para la punta. Es necesario lo que está pasando a nivel mundial. Me parece perfecto que las mujeres que hayan sufrido algún tipo de abuso levanten la voz. 

—¿Es de las que rechaza o reivindica los piropos? 

—El límite lo pone cada una. Es algo subjetivo, por tanto, difícil hacer una norma al respecto. A mí el piropo simpático no me molesta a diferencia de uno subido de tono, pero, insisto, ese límite lo pongo yo. Catherine Deneuve o Natalia Valdebenito tienen un discurso más duro en sus posturas y es respetable. Natalia piensa que ningún hombre que no conoce puede decirle linda; yo en cambio, si no se cae en lo vulgar, me siento halagada. 

—Varias feministas se le irán en contra por esa postura. 

—Muchas mujeres no estarán de acuerdo conmigo, pero, insisto, tampoco tienen derecho a decirme qué tipo de fotos puedo tomarme; eso tiene que ver con mi libertad. Entiendo que se haya eliminado el Miss Reef para no generar una imagen equivocada en las niñas y está bien, pero qué pasa con las mayores de edad que eligen libres participar en esos concursos, marcar sus cuerpos y verse lindas. O con la misma conejita playboy chilena Daniella Chá- vez —con 8 millones de seguidores— que trabaja con su imagen. ¿Quién soy yo para juzgarla o decirle que lo que hace no está bien? Con el discurso de la mujer objeto, pasamos a llevar el derecho de tantas de ellas que quieren dedicarse a algo distinto. 

—¿Cree que nos fuimos para el otro lado? 

—Hemos avanzado mucho para que se nos respete e irse al extremo es parte del proceso; a la larga se puede llegar a un equilibrio. Lo importante es entender que el cómo te muestres no debe condicionar el comportamiento del otro hacia uno ni le da derecho a mirarte diferente o pensar que puede obtener otra cosa de ti. Mostrarme sugerente no me convierte en otra mujer y por ahí debe venir el cambio de mentalidad. Que mi desnudo haya sido escándalo y generado ruido tiene que ver con los ojos con que miramos estos temas y con que se arme una opinión distinta de quien soy. Sigo siendo la misma profesional capaz y una foto determinada no me convierte en objeto sexual. En esta misma lógica respeto a aquellas que jamás se tomarían una foto de este tipo. ¡Viva la libertad! 


Sigue a Diana en Revista Caras, Marzo 2018.

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