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NOTICIA
ROSITA PARSONS "GRACIAS AL AMOR SIGO VIVIENDO"

Una de las modelos más lindas de los ’80 y ’90, elegante, de espíritu emprendedor e indomable, cuenta por primera vez cómo se ha levantado tras uno de los dolores más grandes de  su vida: la muerte de su marido, el polero Antonio Eguiguren, en febrero de 2017. Parte de este íntimo proceso, lo está plasmando en un libro que escribe sobre la forma de enfrentar la pena, el duelo. 


Por Lenka Carvallo

Producción Anahí Miralles

Maquillaje y pelo Vero Mónaco con productos Urban Decay Cosmetics y L’Oreal Pro Locación The Singular Hotels 


Alta, guapa, Rosita Parsons no pasa inadvertida en el Mozart de Luis Pasteur, uno de los lugares favoritos de la modelo y empresaria. Luego de enviudar hace poco más de un año, esta es su primera entrevista. Nos reunimos a conversar de sus procesos y proyectos, mientras afuera llueve a cántaros. 

A sus 47 años conserva el garbo que la convirtió en una de las modelos más guapas de los ’80 y los ’90, con su metro 80, piernas eternas y unos ojos gris piedra enmarcados sobre una piel perfectamente blanca y el pelo oscuro. Simplemente inolvidable. “Me va a perdonar, no me vayan a pasar una multa, pero usted es ¡estupenda!”, comenta riendo sobre el piropo que recibió esa misma mañana esta miembro del clan Parsons, hermana de Carolina (40) —la top model internacional con quien comparte el mismo carácter potente y franco—, madre de Lorenza Izzo (28) —actriz, radicada en Los Angeles, EE.UU.— y de Clara Lyon (17), que por estos días sigue sus pasos tras iniciar su carrera en las pasarelas. 

Rosita ríe. Atrás parece haber quedado lo peor, aunque a ratos su mirada se vuelve triste. Disfraza los temas dolorosos con humor, bromea, lo que sea, menos victimizarse al recordar uno de sus episodios más oscuros: la muerte de su marido, el polero Antonio Eguiguren, de un ataque al corazón en marzo de 2017, tras 9 años de relación y a menos de un año de haberse casado en una íntima ceremonia en la casa de la familia Parsons en El Arrayán. Juntos, formaban una de las parejas más fotografiadas de la vida social. Compañeros inseparables. Ella siempre entre el público de cada encuentro de polo donde jugaba Toño. Y él, infaltable, cuando se trataba de apoyarla en Echiñuco, feria que ella creó para promocionar la oferta gastronómica de pequeños productores agrícolas. 

Tras la muerte de su marido, Rosita se refugió por meses en su casa, bajo el resguardo inquebrantable de su madre, sus hermanas y sus dos hijas y sobrinos. Evitó las entrevistas hasta hoy, que cuenta cómo ha salido adelante, escogiendo muy bien cada palabra, evitando reavivar el dolor. “Hoy me encargo de vivir el presente, no me planteo más allá. Estoy concentrada en reinventar mi vida, en partir de nuevo. Tengo mucho por delante y están mis niñitas, que ya son mujeres, y no quiero perderme ni un minuto de ellas”, comenta. 

En lo profesional también se ha replanteado, aunque “a pasos distintos”, como ella señala; enfocada en Echiñuco, que partió en 2011 como la “gran esta de la cocina chilena" y que hoy es una fundación orientada a mejorar los canales de promoción de nuestra gastronomía, con emporios cada primer domingo del mes en la Plaza Las Lilas de Providencia; además del encuentro anual que se desarrolla en diciembre en el Parque de las Esculturas. 

También ha retomado su presencia en campañas publicitarias, como la que realizó este año con Jaguar. 

“He vuelto a la moda, entrecomillas; ha sido exquisito porque me ha permitido alimentar mi ego y mi autoestima. Y estoy feliz, me he reencontrado con gente que no había visto desde hacía tiempo y con ellos he podido reír, conversar, acordarme... Así estoy, como las viejas, recordando”, sonríe. 


No te pierdas la entrevista de Rosita en Revista Caras Chile, Julio 2018.

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