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NOTICIA
TRES VALIENTES Y SUS BATALLAS

Hace ocho años tuvieron el coraje de hacer públicos los abusos que sufrieron a manos de Fernando Karadima. Los amenazaron, perdieron la fe, pero no bajaron los brazos. Hace dos meses, el Papa Francisco les pidió perdón. Un mea culpa histórico que llegó a Chile justo en momentos en que no sólo la Iglesia sino la sociedad vive cambios profundos. Ellos no descansan. Estas son sus batallas de hoy. 


Por Lenka Carvallo

Fotos Camilo Melús 


El 21 de abril de 2010 tres hombres cambiaron la historia de la Iglesia chilena y la del mundo. Tras la revelación de que el Arzobispado de Santiago había iniciado una investigación en contra del ex párroco de El Bosque Fernando Karadima, James Hamilton, Juan Carlos Cruz y José Andrés Murillo se convirtieron en los primeros en denunciar públicamente una siniestra trama de abusos y encubrimiento contra el poderoso sacerdote y su círculo de protección. 

Aunque la trama comenzó a desencadenarse mucho antes. Un vía crucis que empezó el 2003, cuando luego de procesar su historia por ocho años, José Andrés Murillo al fin pudo contarle a sus padres un intento de abuso por parte de Karadima mientras él era seminarista. Junto con eso, le escribió al Cardenal Francisco Javier Errázuriz. “Rezaré por ti”, fue todo lo que le mandó a decir el entonces arzobispo. Nada más. Murillo se sintió solo. Luego de un año supo que no era el único, que James Hamilton también había llevado su caso hasta el Arzobispado. Se juntaron por primera vez en el restorán Venezia y hablaron hasta las seis de la mañana. Lloraron juntos. Se hicieron amigos. Murillo se presentó como testigo en el proceso de nulidad eclesiástica que tramitaba Hamilton de su primera mujer, Verónica Miranda, quien a su vez también había llevado el tema de los abusos de Karadima hasta el Arzobispado, sin resultados por supuesto. Luego vinieron los casos del periodista Juan Carlos Cruz y el abogado Fernando Battle —quien finalmente optó por restarse de las acciones judiciales—. Así, el 26 de abril de 2010 los crudos testimonios fueron emitidos por el programa Informe Especial (TVN) y días después también se tomó la portada de The New York Times. 

Estos tres hombres, de personalidades tan distintas, emprendieron una cruzada histórica y detonaron el mayor cisma de la Iglesia chilena con repercusiones que aún no paran. 

“Les pido perdón a nombre propio y de la Iglesia Universal”, les dijo profundamente acongojado el Papa Francisco al recibirlos en el Vaticano a comienzos de mayo de este año. El pontífice se reunió con cada uno de ellos y, algo nunca visto, los invitó a hospedarse en Santa Marta (el lugar de residencia de los máximos jefes de la Iglesia Católica). Un gesto inédito que no pasó inadvertido por los especialistas internacionales. 

En sus conversaciones privadas con el pontífice, Murillo, Cruz y Hamilton hablaron de la corrupción moral que corroe a los obispos chilenos, de los evidentes círculos de protección, de los abusos de conciencia, de poder y sexuales; le contaron del dolor de los fieles, de lo difícil que ha sido hacer justicia mientras las historias de violaciones continúan y las víctimas se multiplican. Todo, mientras la máxima jerarquía eclesiástica permanece impávida y hasta dice sorprenderse ante cada nueva denuncia. Como ocurrió hace algunos días con el caso del ex canciller de la Iglesia, Óscar Muñoz —uno de las más influyentes figuras del Arzobispado—, quien al cierre de esta edición se encontraba en detención preventiva por los 180 días que durará la investigación tras ser formalizado por abuso sexual reiterado y estupro. Como consecuencia, el Fiscal Nacional Jorge Abbott ordenó designar fiscales preferentes en cada región para investigar abusos al interior de la Iglesia, lo que ha sido celebrado como un avance cuando por mucho tiempo imperó sólo la justicia canónica. Y tras un allanamiento al Arzobispado de Santiago se filtró una carta de monseñor Alejandro Goic a Ricardo Ezzati en 2013 donde le critica indolencia en los casos de abuso sexual: "No sólo es un pecado gravísimo, sino también un delito ante la ley civil. Nadie hoy puede mantener en silencio los abusos a menores. Quien lo hace se pone en situación de cómplices". 

Desde ese encuentro con el pontífice a comienzos de mayo, el clero chileno comenzó a temblar. En un hecho inédito, citó a los 31 obispos chilenos al Vaticano y, al cabo de tres días, solicitó su renuncia. Tercera vez en la historia de la Iglesia que un Papa llama al pleno de los obispos de un país a viajar a la capital del mundo católico y les pide dimitir (tras Irlanda y EE.UU). 

Al cierre de esta edición ya han sido aceptadas cinco renuncias: Alejandro Goic (Rancagua), Gonzalo Duarte (Valparaíso), Cristián Caro (Puerto Montt), Horacio Valenzuela (Talca) y Juan Barros (Osorno); los dos últimos ligados al círculo personal y —acusan los denunciantes— parte del entorno que protegió y conoció de cerca las perversiones de Karadima. 

Pero todavía falta. “Por mí que salgan todos, debiera haber una renovación total, aunque entiendo al Papa y de hecho lo conversamos largamente: él quiere sacar a la mayoría pero no puede hacerlo de un día para otro, porque el daño ha sido tan brutal que es muy difícil encontrar gente buena para reemplazarlos, ¡es tremendo! Por eso está poniendo administradores apostólicos, porque no confía”, reconoce Juan Carlos Cruz. 


Sigue los tres testimonios del Caso Karadima en Revista Caras Chile, 2018.

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