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NOTICIA
GLORIA MÜNCHMEYER CATALINA GUERRA: UNA DUPLA DE FUEGO

Madre e hija son personas libres y realizadas, que nunca pusieron trabas a sus sueños. Acá hablan del ser mujer en sus respectivas generaciones, de lo complejo del género y del momento por el que atraviesan actualmente. 


TEXTO MARIETTA SANTI 

PRODUCCIÓN: BENJAMÍN VALDÉS 

FOTOGRAFÍA: MARIO SALAZAR 

MAQUILLAJE Y PELO: MAYA BAYER 


Dos mujeres fuertes e intensas, de cabello aleonado y cejas decidoras. Dos generaciones femeninas, en permanente diálogo. Dos actrices, reconocidas y aplaudidas. Madre e hija, tan parecidas como diferentes: Gloria Münchmeyer y Catalina Guerra. La primera, viviendo con energía el otoño de la tercera edad. La segunda, reencontrándose en la segunda mitad de los 40. 

Gloria es un referente nacional. Con su interpretación de la malvada Estrella, en la teleserie La madrastra, escribió un capítulo importante en la historia del género en Chile. Y en 1990 hizo vibrar a todos sus compatriotas cuando ganó la copa Volpi, como mejor actriz, en el Festival de Venecia. Sacó risas con La Vicky y la Gaby -dupla que formó con Rebeca Ghigliotto -, e icansablemente ha hecho teatro, teleseries, series y películas, ganándose un lugar en el imaginario de generaciones. Dueña de una ironía exquisita y nunca complaciente, Gloria fue, y es, una rebelde. 

Esta viñamarina no dejó su casa para casarse, como se estilaba cuando era joven, sino que se instaló en Santiago para actuar. Se casó una sola vez, con Jorge Guerra Pin Pon, con quien tuvo dos hijos: Jorge y Catalina. Después de separarse fue madre y padre, como dice, y pasó pellejerías económicas. Pero nada opacó su vocación. 

Catalina Guerra creció libre y estimulada por su madre. Fue ella quien le sugirió estudiar teatro en Buenos Aires, pese a que aseguraba no querer dedicarse al oficio. Sin embargo, muy de acuerdo con la propuesta, Cata se instaló a los 17 años en la capital trasandina. El regreso se produjo a los 22, después de una intensa experiencia vital. 

Debutó en teleseries a comienzos de los ‘90, en la producción Acércate más, de Canal 13, estación donde trabajó ininterrumpidamente hasta el 98. Luego estuvo ocho años en el área dramática de TVN, para regresar al 13 en 2010, luego de un fugaz paso por Chilevisión. 

Tiene dos hijos, Antonia (24) y Pedro (18), y se declara en pleno proceso de reencuentro con- sigo misma, después de 24 años dedicada full time a la maternidad. 

Esta conversación se desarrolló en un café cercano al departamento de Gloria, ubicado en un rincón de la Providencia tradicional, donde ya las conocen y las saludan con cariño. Se sientan del mismo lado, enfrentando la grabadora, y cada cierto tiempo se miran y se hacen preguntas respecto al tema. Gloria con un aire entre inquisidor y distraído, a veces jugando con su collar de perlas, y Catalina con vehemencia. 


VANIDADES ¿Cómo era ser mujer en tu época de juventud, Gloria? 

GLORIA MÜNCHMEYER Lo mejor que te podía pasar era casarte. Tengo una compañera que salió de cuarto, segundo medio de hoy, para casarse, y era la envidia de todo el colegio. Hoy parece de ciencia ficción, pero era así. Yo fui una excepción a la regla, no soy un ejemplo 

de mi generación. Al revés, soy la oveja negra de mi curso porque de mis compañeras nadie quiso estudiar algo relacionado con arte. De hecho, hay dos o tres que siguieron una carrera universitaria. Hubo compañeras, mías y de 

mi hermana mayor, que no hicieron nada más que quedarse en la casa y criar hijos. En todo caso, no conozco a nadie que haya dejado la embarrada por cambiar de vida. Aceptaron su destino y punto. 

Gloria aclara que en esa época no había un cuestionamiento del género. “No tuve barreras sociales ni familiares para seguir mi camino, solo problemas personales. Cuando aparece la píldora se produce un cambio, surge la conciencia de ser mujer, pero entonces ya estaba casada. Mis papás nunca me dijeron nada, eran maravillosos. La única preocupación de ellos fue la cuestión económica, lo que es lógico hasta ahora”. 

Claro que, a nivel personal, su época la marcó. “Lo que me tocó a mí fue fatal. A la primera pelea con mi marido me fui a la casa de mis padres y ellos me echaron, porque mujer que se casa y deja su hogar, pierde todos los derechos. Yo lo encontré superduro, aunque si yo me hubiera separado no estarían Jorge ni la Cata”, reflexiona mirando a su hija con dulzura. 


VA Lo social chocaba con lo familiar.

GM Sí, aunque mi papá pensaba que nosotras no teníamos que estudiar
ni trabajar. Que el marido te mantuviera y tú cuidaras la casa y los hijos. Yo era rara porque me salí de eso, pero no en la familia, ya que tuve muchos estímulos familiares, pero sociales ni uno. Nosotros éramos cuatro hermanos, dos hombres y dos mujeres. Mi hermano mayor era muy estimulante, un intelectual. Una vez dibujé un árbol y corrió a buscarme una caja de óleos. Me dijo tú vas a ser artista. Eso contrastaba con lo que pasaba socialmente: nadie esperaba nada de una. 

“¿En serio, Gloria?, ¿uno tenía que ser mantenida?”, pregunta Catalina. “Claro, Cata, era lo normal”, le responde Münchmeyer con su característica voz profunda.


VA ¿Y cómo fue para ti Catalina? ¿Hubo algún choque entre lo social y lo privado cuando eras una jovencita? 

CATALINA GUERRA No, nada. No había tiempo de andar pensando en tu ser femenino. Era una época compleja, en plena dictadura, donde mataban gente en la calle. Había un problema social y político muy grande, no había un espacio para hilar tan fino como pensar el género. Yo estudié en el colegio Francisco Miranda y allí éramos todos iguales. Había una cuestión supersocialista. Haberme preguntado eso habría sido como vol- ver atrás. No era tema en ese momento. 


VA¿Después hiciste la reflexión?

CG A la larga. Por lo menos yo nunca sentí alguna diferencia por ser mujer. Quizás sí en el último tiempo, en las redes sociales, porque hay miles de cosas que causan polémica porque las dice una mujer. Y pienso “si esto lo hubiera dicho un hombre...”.

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